Consagración

Tras una etapa de reflexión, experiencia de vida en el convento y preparación humana y espiritual -postulantado y noviciado-, nos comprometemos, por la gracia de Dios, en la profesión solemne de votos perpetuos, a vivir:
La castidad, expresión de entrega amorosa virginal, es la respuesta de la Iglesia al amor exclusivo y absoluto de Cristo a su Esposa la Iglesia, al amor total y personal de Cristo a cada una de nosotras, sus esposas.
La pobreza, que nos ayuda a liberarnos de las tentaciones de demonio, mundo y carne y nos une a Cristo, que nació, vivió y murió en absoluta pobreza, que continúa enriqueciéndonos con toda clase de bienes espirituales y materiales.
La obediencia, que nos asemeja a Cristo, obediente a la voluntad del Padre y nos permite librarnos de nuestro querer, voluble y desordenado, y nos hace dóciles al querer de Dios y a los intereses de su Reino.